lunes, 4 de octubre de 2010

La Ciudad Vieja de la Habana y sus fortificaciones.

La Habana Vieja, que ocupa una estrecha península, en la entrada del puerto muy bien protegido de la ciudad, es una de las mejores manifestaciones del arte colonial en América.

Sus edificios conforman un conjunto arquitectónico barroco austero y bien conservado, en el que intervino Carlos III, quien mandó a reformar la ciudad luego de la ocupación inglesa de 1762. El estilo barroco en el que se realizaron las construcciones, difería mucho del barroco del resto del continente, principalmente a causa del tipo de material utilizado, la piedra cubana, de composición muy porosa, que no se prestaba a la talla ornamental de moda en la época. La inexistencia de una mano de obra indígena que aportase su influencia también diferenció a La Habana de otras ciudades coloniales. A esto se debe sumar la escasa implantación de las órdenes religiosas, que en otros lugares influyeron en la arquitectura colonial con gran profusión de templos y conventos.
La Ciudad Vieja, con una superficie de 142 ha, está situada cerca de la entrada interior del puerto, y conserva las calles estrechas y escabrosas y las viejas casas con balcones. Cuenta con numerosos palacios, mansiones, castillos e iglesias. El conjunto artístico más relevante se centra entre la Plaza de Armas, de San Francisco, la catedral y la Plaza Vieja. La calle peatonal del Obispo es uno de los lugares más concurridos.
La Catedral
La catedral de La Habana fue construida por los jesuitas en el siglo XVII, y experimentó algunas reformas cuando, en 1767, se produjo la expulsión de la Compañía de Jesús.
No están claras las influencias arquitectónicas del edificio. Mientras para unos tiene influencias del barroco italiano, otros le encuentran semejanzas con edificios religiosos andaluces, en especial con la catedral de Cádiz.
La fachada es un perfecto ejemplo de adaptación arquitectónica inteligente al material disponible: ante las características de la piedra cubana, que impedían tallar las esculturas tan habituales de las iglesias barrocas, se optó por una decoración geométrica, con una serie de ornamentos en relieve donde predominan las líneas curvas.

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